lunes, 31 de agosto de 2015

Paraísos - cuento


   Las pequeñas flores blancas de centros violáceos caían como ramilletes de las ramas. Su aroma penetrante llegaba hasta el patio de la casa. Eran dos paraísos los que resguardaban la entrada de la casa (materna). Era el perfume y la fantasía. Por un lado las montañas nevadas se imponían en el oeste, y del otro lado, la casa. La eternidad y el perfume, ese perfume que acompañaría sus horas eternas.
    Y estaba parada junto a la puerta de salida, no la principal, sino la que daba a la montaña. Tal vez hoy, éstas ya no eran tan inmutables. Hoy cambiaría una historia, la de ella. Pero seguirían acompañándola lolas flores de los paraísos.
    Ya habían decidido iniciar el viaje, el problema era cómo emprender la partida, con una valija desprovista de equipajes, en un mundo de palabras vacías. Tiempo, esa rara invención humana que divide los días de las noches, los periodos de angustias y de alegrías, seguramente llevaría también tiempo en el equipaje.
   Y allí comenzó el juego. Infancia, travesuras, familia, diversión, colegio, estudio, amistades. Agolpados, pugnando por salir primeros, en una danza rítmica y ensordecedora. ¿Tanto bagaje y sin equipaje?... ¿Qué quería llevar allí dentro? ¿Lo que no tenía en su interior o lo que le habrían arrebatado?
   De todas maneras, ya no había más tiempo. Era hoy, aquí, ahora o nunca más. Y vuelta al juego de los pensamientos. Entre blancos y negros, algunos grises abriéndose paso.
   Idas y venidas, encuentros y desencuentros, haceres y retrocesos. Un respiro profundo: está lo que hay y el resto se puede llenar.
  Y miró la puerta blanca. En esta época del año no florecen los paraísos, pero lo mismo su aroma la seguiría para siempre.

   Paraísos: dícese de los árboles que dan ramilletes de flores blancas con centro violáceos; del lugar donde Dios puso a Adán; mansión de los ángeles. Mansión de recuerdos eternos.
Marisa Avogadro Thomé. De su libro "De colores, vida y decires..." Poesías y prosas.